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miércoles, 11 de julio de 2012

LA METAMORFOSIS DE KAFKA

Hay muchas interpretaciones de esta obra de Kafka, desde las mas complejas que incluyen argumentos  filosóficos, metafísicos y psicológicos, hasta las mas sencillas.
En razón a que "lo sencillo es el último refugio de lo complejo", adhiero al último de los grupos.

Hay muchos seres que como Gregorio Samsa tienen la convicción de su deber, nacen con una ferrea vocación y están dispuestos a dar la vida por los suyos, gravitan en un nivel solitario, silencioso y majestuso con casi ninguna compañía, en donde el reconocimiento no es relevante, pero si el afecto.

En las sociedades emergentes, en donde con cierta frecuencia aparecen indivíduos privilegiados que además de sus condiciones, necesitan una alta dosis de fortuna,  es muy frecuente verlos asumir el reto de luchar por los suyos, cuando al mirar atrás  los observan chapalear en la indignidad de la miseria, no dudan un instante en regresar, abrazarlos y tratar de arrebatarselos a tan poderoso adversario, asumiendo los riesgos inherentes a esa decisión.

Afortunadamente son pocos los que sufren la transformación producto de la tragedia, invitada ocasional del destino; una enfermedad, un accidente, una equivocación puede convertir a ese indivíduo sobre el cual recae toda la responsabilidad en un Gregorio Samsa, entonces no sabemos como van a reaccionar los seres amados. Esta incertidumbre se presenta a todo nivel incluso en aquellas sociedades que presumen de muy cultas y adelantadas; cuando  se enfrenten a la posibilidad real de la muerte o de la tragedia,  van a responder como el mas rezagado de los seres humanos; al fin y al cabo las cosas no han cambiado mucho, excepto la sofisticación de los pactos atávicos a los cuales acudimos diariamente para no asesinarnos.


Gregorio, en medio del naufragio, inmerso en su agonía, en su dolor, en su angustia, solo pensaba en erguirse para llegar a la trinchera  donde asistía sin falta a luchar contra la adversidad y defender a sus padres y a su hermana a quien  adoraba y para quien tenía reservado el mayor de sus esfuerzos. El amor lo desbordaba y aún en su postración, luchaba por defender el honor de su familia y sufria por el sufrimiento que el dispensaba y que penetraba cada uno de los espacios del hogar por el erigido.

Su amor fue un caudal desbordante que utilizó para, en una efímera disputa, batir en retirada al  precario y debilitado aliento que le mantenía unido a la vida.

Las grandes tragedias nos muestran  tal y como somos, nos recuerdan cuan fragil puede llegar a ser la condición humana, pese a nuestra arrogancia evolutíva.