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jueves, 19 de diciembre de 2024

EN MEMORIA DE OSCAR REDONDO MAKACIO

Cuando finalizaba mi adolescencia,  Oscar sobresalía como  un distinguido neurocirujano en la ciudad; el único por un largo tiempo. Egresado de la Universidad Javeriana, había realizado sus estudios de especialización en el Instituto Neurológico de Colombia

Era un hombre muy elegante con una voz grave y una excelente dicción; había alcanzado una sólida formación académica, profesional y cultural lo que lo convertía en un elemento muy valioso y sobresaliente en nuestra comunidad. 

Ya estando  en la ciudad y desempeñándome en el campo de mi especialidad, coincidimos en algunos eventos académicos unos, sociales otros y conversamos también de temas ajenos a nuestra profesión; para mi sorpresa, resultó ser muy amigo, vecino y contemporáneo de mi mentor, compadre y amigo, el Dr. Angel Ceballos Mendoza, me contaba que sentía una gran admiración por esa familia, en especial por doña Elsa de  Ceballos, a quien recordaba como una mujer hermosa y elegante.

En varias ocasiones se acercó al laboratorio y charlábamos durante largo rato;  hombre culto e instruído; habia además alcanzado ese nivel de libertad que caracteriza a los grandes hombres y que los hace generosos en honestidad. Recuerdo una ocasión en la que fue solicitado precisamente por un accidente sufrido por Angel Ceballos (Padre); con gran autoridad y sin tener ningun vínculo contractual con  la clínica, realizó la valoración y consignó en la historia clínica un concepto totalmente diferente al que el neurocirujano de turno adscrito a la institucion había emitido; se acataron sus instrucciones basadas en la evidencia, su probidad y el enorme respeto que se ganó en el entorno médico-científico de la ciudad

Gracias a El pude conocer y disfrutar de escritores contemporáneos, científicos sociales enfocados en desentrañar el misterio de la condición humana. Una vez tomó una hoja de papel y con una distinguida caligrafía, anotó el título de tres libros que resultaron toda una revelación para mi, formadores y edificantes: "Los ángeles que llevamos dentro", "En defensa de la ilustración" y "La sabiduría de los psicópatas". Yo le hablé de Ortega y Gasset y "La rebelión de las masas" y de "Genoma" de Matt Ridley. Hoy lamento mucho no haber disfrutado mas tiempo de su amistad, conocimientos y experiencia; era claro para mi, que teníamos muchas cosas en común. "Uno se arrepiente mucho mas por lo que deja de hacer" lei alguna vez; es un mensaje repetitivo en la literatura que ha resistido el paso del tiempo. Le hice un gran regalo; le obsequié un ejemplar de "Hoy es siempre todavía" del escritor Colombiano  Alejandro Gaviria"; "Que buen libro" me dijo después, acompañado de una expresión facial que denotaba aprobación.

Supo vivir la vida y evitó ser prisionero del trabajo, en la última etapa de su existencia disfrutó de la buena compañía, la buena mesa y el buen vino. "Tengo 72 años, bien vividos" me dijo alguna vez.

Recuerdo que en una ocasión le aseguré que viviríamos para ver la cura del cáncer; "Eres muy optimista" me dijo. La afirmación, de mi parte, no fue del todo correcta; hablar del cancer como una entidad monolítica es un error de principiantes y El lo advirtió. En efecto, es una batalla histórica que en la actualidad tiene muchos frentes abiertos; hemos avanzado enormemente en algunos encontrando la cura e incluso vacunas para prevenirlos, pero en otros seguimos siendo vapuleados igual que hace siglos, sin modificar un ápice las tasas de mortalidad y prácticamente sin innovar en el tratamiento.  Sigue siendo "El emperador de todos los males" como lo afirmó en un libro muy exitoso el Oncólogo Siddhartha Mukherge. Esta conversación, ,  tendría mas adelante una trascendencia existencial insospechada.

Después de pandemia no volvimos a vernos; sabía que se mantenía en exámenes de control y que hasta entonces todo había salido bien; era de las ausencias entrañables cuando buscaba libros para leer y, por una equívoca elección,   sufria el transcurso de la lectura.

Me enteré de su muerte dos semanas después y sentí mucha tristeza y pesar; aún hoy sigo consternado; irradiaba vitalidad y una actitud maravillosa ante la vida.

Buen viaje querido Amigo!

 

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