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martes, 26 de marzo de 2019

SPIDERMAN EN EL PARQUE TAYRONA

Ayer, mientras contemplaba los colores del mar frente a las costas de Palomino, un corregimiento Guajiro cercano al Parque Tayrona, recordé una anécdota en cercanías de estas playas.
A principios del año 1998 había invitado a una amiga Payanesa quien fue muy generosa durante mi estadía en esa agradable ciudad, quería devolver cortesías. Había comenzado el verano y la brisa levantaba espuma que encontraba espacios entre la tonalidad reinante; un pariente muy cercano del mar de los siete colores del archipiélago de San Andrés.
De repente, la gente se acercó a la playa, dos bañistas se alejaban cada vez mas y hacían señales de auxilio; los lugareños lucían muy preocupados (una muy mala señal), hablaban exaltados, preocupados, presagiaban la tragedia. Uno de ellos susurró: "solo los puede salvar Spiderman"; lo hizo con tono circunspecto y pensé en la escasa  o nula pertinencia de la frase; de inmediato, comenzaron a llamarlo a gritos. 
La experiencia dictaba que si los bañistas traspasaban la "linea negra"no habría nada que hacer;  una evidente distancia  separaba a uno del otro; la situación se tornó dramática cuando las potenciales victimas fueron identificadas, gritos, llantos, llamadas de auxilio se mezclaban con el pedido de los lugareños.
Apareció de golpe un hombre de mediana edad, atlético, de piel tostada, cabello oscuro, grueso y rostro adusto ligeramente alargado, pómulos conspicuos y nariz mediana, levemente curvada en su tercio distal; la mirada sensata daba fe de la gravedad del momento; llevaba una tabla debajo del brazo, se abrió paso entre la multitud, se lanzó al agua y rápidamente, sin mayor esfuerzo, comenzó a nadar cabalgando en posición ventral mientras se escuchaban algunos aplausos; posteriormente,  con timidez  y  un claro respeto por las jerarquías, cuatro nativos lo imitaron con sendas tablas, superando con dificultad la primera tanda de olas, para luego avanzar lentamente.
Spiderman se desplazaba con naturalidad, flotaba sobre las olas, a medida que avanzaba, se diluía en el horizonte hasta que solo fue un punto negro acercándose a otro; rápidamente la silueta comenzó a recomponerse, la figura se hacía cada vez mas grande, a mitad del trayecto entregó al primer individuo a los cuatro rescatistas que le seguían, entonces regresó, tal vez dudó; el hombre en problemas estaba justo en la linea negra; era claro que la vida del super-heróe también corría peligro; ademas, había que agregar el irreductible riesgo del contacto con un individuo presa del pánico. Ya no había puntos en el horizonte, solo se agregaba al paisaje una gran cantidad de delicadas líneas producto de la persistente brisa. El expectante momento fue interrumpido por la llegada del primer rescatado que seguía presa del pánico aunque con ayuda pudo caminar hasta un tronco caído que le sirvió de descanso, mientras era sometido al interrogatorio de rigor sin haber aún recuperado el aliento.
Entonces se repitió la escena, el punto negro que lentamente aumentaba su tamaño; esta vez no habría relevo y nuestro héroe de carne y hueso, tendría que llegar a la playa solo o, como esperábamos todos, acompañado.
La silueta se hacia grande, incluso, a mediados del trayecto, los lugareños mostraban la esperanza en el brillo de sus ojos y algunos sonreían flexionando y agitando sus antebrazos. 
Ya era oficial, podía advertirse como yacía un individuo sobre la tabla, mientras otro nadaba con una agilidad sorprendente; alcanzó raudo la orilla,  los cuatro espontáneos se apresuraron a recibir al rescatado; no se movía, surgió entonces el pedido entre la multitud: "un médico! necesitamos un médico"; me tomé unos segundos y esperé  respuesta a la súplica, pero nadie apareció, entonces abandoné el tumulto,  me acerqué y lo inspeccioné;   era un muchacho escuálido,  de tez pálida, recién fugado de la adolescencia, con mechones negros que ocupaban su rostro, la reja costal se dibujaba sin afanes y la concavidad de su abdomen lo hacia ver frágil y vulnerable, debajo de su piel se perfilaba de manera incipiente una red venosa que agregaba conmiseración a las expectantes miradas de los presentes.
Pregunté a la turba vigilante si alguno sabía dar primeros auxilios y apareció un joven que muy solícito se acercó a la escena; me puse en posición y le dí instrucciones a mi improvisado ayudante para que extendiera la cabeza del paciente; no seguí exactamente el protocolo que hoy se aconseja, apliqué 5 compresiones torácicas luego de las cuales, mi ayudante insuflaba ocluyendo las fosas nasales; transcurrieron pocos segundos, luego de los cuales la victima expulsó gran cantidad de agua acompañada de restos alimenticios, especialmente arroz, mi asistente preguntó con la mirada que hago? límpialo y continúa le dije con firmeza; súbitamente  sus ojos se abrieron, encendidos como brasa incandescente, extraviados, mirando a todos sin mirar a nadie. Rápidamente aconsejé que lo trasladaran al centro asistencial mas cercano. La aglomeración se dispersó, todos habíamos perdido de vista al aguerrido y temerario titan que abandonó la escena con la misma discreción .
Dos días después el redimido regresó a la playa, quería agradecer a quienes  hicieron posible su rescate; todos fuimos receptores de su gratitud, excepto Spiderman; los lugareños contaron que desde niño mostraba gran habilidad para trepar los elevados cocoteros, que hablaba poco y que vivía al otro lado de la vía, en una pequeña cabaña entre las montañas; con la llegada del turismo, había aprendido a cabalgar las olas en una tabla obsequiada por un turista extranjero.

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