Un querido amigo me recomendó un libro y mientras espero que aparezca la versión en español, o mejoro mi nivel de Ingles, me hizo llegar un análisis de un Maestro en humanidades, licenciado en filosofía de la Universidad nacional de México, Oscar Frutis Guadarrama que me agradó mucho. Lleva por título la muerte en el pensamiento de Séneca, una lección moral
“Cada día morimos: cada día se nos
quita alguna parte de la vida, e incluso cuando crecemos nuestra vida decrece”
"La muerte se encuentra siempre en permanente acecho, pisando los talones a toda sugerencia
de vida, hasta que termina con ella, porque ésta
es la que avanza hacia la muerte."
Lo menos perceptible de la muerte es el instante que se reduce a nada a causa del siguiente. Cada
momento desaparece como por arte de magia,
pero no lo consideramos porque le sobreviene
otro, hasta que aparece el último: el más notorio y angustiante.
“La muerte es el no ser. En qué consiste
esto bien lo sé. Será después de mí lo que fue
antes de mi existencia. Si tal situación conlleva
algún sufrimiento, es necesario haberlo experimentado también antes de surgir a la vida; ahora bien, entonces no sufrimos vejación alguna”
Antes de nacer se estaba en la muerte y todo
regresa a ella. Es así que ésta abarca más cosas
que la vida, porque todo se dirige a la nulidad,
porque la vida es tiempo; lo demás es no vida,
muerte.
Saber que la muerte acompaña a la vida es
quitarse el velo de los ojos que no permite observar que
ambas son ineludibles. Por tanto, no es aconsejable una
excesiva preocupación por ninguna de las dos; una vida
tranquila no estriba en aferrarse a cualquiera de ellas.
La muerte es algo con lo que siempre hay que contar. La muerte es la gran aleccionadora de la vida.
El temple ante la vida no es otro que el temple ante
la muerte. La muerte es la dimensión más real de la
vida humana; la única cara de la vida absolutamente veraz, porque es la única absolutamente real. La
muerte es el momento culminante de la existencia,
la escena definitiva de la tragedia de ésta, y da por
lo mismo, su sentido a la tragedia entera (García-Borrón, 1956: 202).
La muerte no es un problema, no es un asunto que nos
deba preocupar en exceso, porque es lo más seguro. Más
bien, debemos ocuparnos de la vida mientras la vivimos.
Lo único que hay que temer de la muerte
es el temor que inspira. De él, sí es menester
cuidarnos, liberarnos de esa pasión, no esclavizarnos a ella, puesto que es perjudicial para
los humanos por cuanto modifica sus acciones
“Ni
los niños pequeños ni los enajenados temen la muerte, y es sumamente vergonzoso que la razón no garantice aquella serenidad que aporta la falta de juicio”
"Tú ni te entregarás, ni suplicarás por tu vida; debes
morir erguido e invicto ¿de qué sirve además, beneficiarse de unos días o de unos años? Nacemos para una lucha
sin piedad” . La batalla consiste en mantener la entereza de quien ama la vida y no desprecia la
muerte.
La muerte no consiste en salir por el camino más
vergonzoso, propio de quien ruega un momento más
cuando se encuentra frente a la posibilidad de morir;
sino en morir bien, aceptando la muerte después de
reconocer el valor de la vida. Se debe morir con dignidad, no suplicar la vida.
"No abandonaré la vejez en el caso de que
me conserve íntegro para mí mismo, pero
íntegro en aquella parte más noble; por el
contrario, si comienza a perturbar mi inteligencia, a desquiciarla en sus funciones,
si no me permite ya vivir, sino respirar,
saltaré fuera de un edificio descompuesto y ruinoso... no rehuiré con la muerte la enfermedad en tanto sea curable y
no perjudicial para el alma. No me haré
violencia con las manos a causa del sufrimiento: morir así supone ser vencido. No
obstante, si me doy cuenta de que he de
sufrir constantemente el dolor, partiré, no
por causa de él, sino porque me va a poner
obstáculos para todo aquello que motiva
la vida. Es débil e indolente quien a causa del sufrimiento decide su muerte, necio
quien vive para sufrir".
El suicidio sólo debe llevarse a cabo cuando el
cuerpo no está en condiciones para seguir, es
decir, cuando alguna enfermedad obstruye su
entereza racional. No se vuelve ni mala ni buena opción, sólo una opción, pues, como he mencionado, no se trata de durar sino de vivir y, si
no se puede vivir, para qué durar. Dicho de otra
manera, para qué seguir si es un martirio, para
qué vivir cuando es casi insoportable. Entonces,
vivamos cuando aún estemos enteros, cuando
la capacidad racional permanezca con nosotros.
“En efecto, está decidido que mueras algún
día, aun contra tu voluntad, y que mueras
cuando te plazca está en tu mano; lo primero
es inevitable, lo segundo se te permite”
"La verdadera libertad consiste en no ser esclavo de las pasiones”, incluyendo el temor que
inspira la muerte.
El dolor por la pérdida de un ser querido debe
durar poco tiempo: el llanto o la amargura no solucionan nada. Por tendencia natural, los
humanos creamos lazos afectivos con los demás,
la aflicción por la pérdida es natural, pero todos
vamos al mismo no-ser: la muerte, sólo que
algunos se adelantan mientras otros esperan.

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