Una de las cosas que sigo haciendo desde hace mas de 12 años es montar en bicicleta recorriendo los alrededores de Bonda, el Curval, Hirokasaca, la Lisa y las Tinajas, me gusta hacerlo solo; reflexionar en soledad te permite una optima concentración y hace mas eficiente el ejercicio; pero en algunas ocasiones he tenido compañías inesperadas; una que recuerdo muy bien sucedió camino a Las Tinajas, salí temprano en el claroscuro del amanecer y a unos 30 metros vi lo que inicialmente me parecía un perro, pero no ladraba, tenía cerca de 40 cm de alto, de color pardo, cuando me acercaba un poco, se adelantaba y se ubicaba al lado izquierdo del camino, de esta forma me acompañó cerca de 2 kilómetros, cuando miré con detenimiento observé una cola frondosa, ligeramente caída y su hocico característico; era un zorro, al disiparce la penumbra se escabulló entre los matorrales.
En otra ocasión, al llegar a un sitio llamado Pozo Azul, encontré una Anaconda que cuan larga era, estaba atravesada en el camino, medía cerca de 6 metros y tenía un diámetro apróximado de 12 centímetros; había muerto recientemente; recordé la vez que regresando a casa cuando estudiaba en Barranquilla cerca de las 12 de la noche, encontré en mi camino una Boa de similares características, estaba cerca del zoológico y deduje que había escapado de allí. llamé al celador que reaccionó rápidamente atrapando al sosegado reptíl, aletargado por el largo cautiverio.
En otra ocasión en la finca La Cascada, vimos como otro miembro de la especie asfixiaba a un ternero a pesar de los esfuerzos de su madre, el tio Nicolas llegó al sitio y le disparó.
Otro dia un aguilucho llevaba en sus garras un pequeño lagarto, cuando intentaba tomar altura, pasó tan cerca de mí, que la cola del pequeño reptil tocó mi casco.
En uno de mis vertiginosos descensos de la lisa, un abejorro de gran tamaño, se metío entre las ranuras del casco y en su desespero por salir me dió varios picotazos, yo sentía los zumbidos y sus desesperados movimientos que no hacían mas que enredarlo en mi cabello; cuando pude detenerme, me quité el casco y el insecto retomó su vuelo dejandome muy adolorido. Recordé como en mi niñez los atrapábamos colocando un envase en el agujero que hacían en los troncos secos de un árbol, golpeabamos cerca del orificio y entonces salía quedando atrapado en la botella; de alguna forma logró merecidamente devolver el golpe.
Son detalles que enrriquecen y hacen mas agradables mis recoridos ciclísticos.

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