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domingo, 23 de enero de 2011

EL NUEVO CASCABEL



Ese era el nombre del negocio de mi abuelo paterno, una compraventa localizada en la calle 10 con Cra 3ra, una cuadra la separaba de la estación del tren; un periodista, escritor de una columna en los dos diarios de circulación local, me decía que era un sitio estratégico ya que quienes viajaban eran sus principales clientes.

El negocio funcionaba en la primera planta de un edificio de cuatro pisos, tenía un ventanal de mediano tamaño con gruesos barrotes de hierro, había una puerta grande, protegida por una cortina metálica que se anclaba al piso con dos grandes candados, al lado estaba "La preferida" una tienda con un gran surtido, el equivalente a los hipermercados de hoy; del otro lado de la acera, estaba el negocio de las Anichárico, quienes tenían un depósito de bebidas, cuando iba allí, Lola, una señora de tez increíblemente blanca, suave y de cabellos aun mas blancos, me sonreía, acariciaba mi mentón y preguntaba si podía regalárselo, yo me negaba y ella me regalaba un refresco "Ginger ale Canadá Dry" cuyo envase tenía un color verde oscuro y un sello con letras blancas y rojas en forma de escudo. Cerca de allí, había una refresquería que atendía Gladys, hacía unos jugos y unos ponqués deliciosos. Justo en frente vivía Yaya Márquez, con su hermana Juana y si mal no recuerdo un señor de edad, el penetrante olor a tabaco es lo que mas recuerdo de esa casa. En la otra esquina, había una tienda mas pequeña, propiedad del señor Echeverria, moreno con ojos verdes y una sonrisa frecuente. También recuerdo un salón de belleza atendido por Sylvio un hombre alto, elegante con una saludable cabellera que arreglaba muy bien.
Al interior del negocio se encontraba un mostrador grande, detrás del cual un ventilador funcionaba permanentemente, era casi cuadrado de unos 40 x 40 cm, color verde claro, la base estaba pegada al piso, de tal forma que el aire circulaba por bajo y refrescaba el ambiente, en la parte posterior había una gran caja fuerte que parecía un armario, y luego un pasillo que llevaba al fondo en donde estaban acomodadas las bicicletas; dos grandes ventanas daban al patio; Antonio se encargaba de la electrónica Tata y Rosa confirmaban que las prendas fueran de oro, utilizando un ácido especial que guardaban en una botella de vidrio, con un tapón del mismo material, cuando pasaban la prueba, se guardaban en pequeñas bolsas blancas de papel, que eran selladas con almidón casero. La papelería estaba sobre el mostrador, los recibos, los sellos, la caja registradora, recuerdo que en los últimos días mi abuela, que ya no asistía al negocio luego de la muerte de mi abuelo, me preguntaba con angustia si habían empeñado algo, yo para animarla le decía "no abuelita, pero fueron a sacar bastante..."

Recuerdo el día del robo: ingresaron por el patio, superaron unas vigas de cemento y doblaron los barrotes de la ventana, nueve noches después de la muerte de mi abuelo; no toques nada me dijo alguien que me acompañaba, yo coloqué mi dedo índice y sembré una huella, luego se la mostré a uno de los "detectives" tenía 10 años pero no proyectaban mucha confianza. Es el último recuerdo que tengo del negocio. Luego con mucho dolor y con gran impotencia fui observando como se deterioraba hasta quedar reducido a ruinas.
La vida, es una carrera de relevos, no una final individual... recibes un testigo y luego de algunos años, lo entregas, en ese momento, invariablemente, reflexionas; me gustaría, cuando llegue ese instante recibir un abrazo y escuchar estas palabras: "Gracias hijo, lo hiciste muy bien.."

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