En medio
de la turbulencia por las grandes transformaciones sociales que acompaña a
cada una de las revoluciones industriales vividas desde hace 250 años, hay
cosas importantes que resaltar; Colombia se ha comportado de forma ejemplar
pese a ser el país más afectado con la crisis migratoria producto de las
grandes dificultades que vive Venezuela; se calcula que dos millones de ellos, que en algún momento de la historia fueron nuestros compatriotas, han
encontrado refugio en nuestro país.
Más allá
de los titulares y las malas noticias amplificadas en los diarios y las redes, que
resaltan los eventos trágicos y los delitos (la violación de la ley debe ser
castigada independiente de la nacionalidad del infractor) pienso, apoyado en la
historia, que nuestro país obtendrá grandes beneficios en el mediano y largo
plazo de esta dramática situación; las migraciones han contribuido a las
transformaciones sociales en los países receptores, aportando recurso humano
capacitado, mano de obra y riqueza cultural; capital social necesario para el
progreso y bienestar. Pero la contribución de nuestros vecinos, asentados en
nuestro territorio, rara vez es noticia: médicos, ingenieros, empresarios, personal
capacitado en idiomas, tecnología, comercio e innovación ha sido incorporado al
aparato productivo. Nuestro desafío estará en tramitar de la mejor manera, los
conflictos que acompañan esas transformaciones en lo político, económico y
social, para evitar el deterioro de las instituciones y
permitir el progreso de todos; hay muchas cosas que mejorar e igual de
importante, otras tantas que conservar.
Son
muchas las historias dolorosas que nos cuentan amigos del vecino país; hace
poco una pareja nos decía que en el último viaje que hicieron encontraron que
su propiedad estaba ocupada por desconocidos quienes les impidieron la entrada.
Recordé la novela de José Saramago “Ensayo sobre la ceguera” en donde la gente
se acomodaba en casas que no les pertenecían ante la incapacidad de distinguir
cual era el hogar propio y cual no; cuando por algún motivo, detalle o
corazonada el propietario encontraba su casa ocupada por extraños, estos se
negaban a abandonarla argumentando no tener a donde ir.
Si mal no
recuerdo todo comienza con el conductor de un automóvil que se encuentra
esperando el cambio de semáforo, cuando de forma súbita pierde la visión; no puede
avanzar, el tráfico se detiene, peatones confundidos, ruidos, pitos y reclamos
completan la escena. “Estoy ciego!” por fin exclama el hombre para explicar la
situación; rápidamente hace presencia una solidaridad colectiva; el pobre hombre
recibe ayuda y un buen samaritano lleva su auto y lo conduce hasta su hogar; el
hombre espera la llegada de su esposa y trata de explicarle que súbitamente
todo se puso blanco; esta intenta tranquilizarle, le dice que todo pasará, “nadie
se queda ciego así nada más”; toma la guía telefónica y consigue una cita de
emergencia con un oftalmólogo; este sería el primer miembro del personal sanitario
en contraer la ceguera. Sucedió lo mismo en el inicio de la pandemia por
Covid-19 en el año 2020; un oftalmólogo fue el primero en dar la alerta de lo
que estaba ocurriendo y se convirtió en la primera víctima del personal
sanitario.
Que pudo
haber pasado? Como explicar la metáfora?
Bien, se
me ocurren algunas cosas; en principio, me atrevo a decir que un virus sería el
principal sospechoso; el cual se transmitiría por la cercanía, la saliva y
cualquier secreción suspendida en el aire al hablar y/o respirar; este virus
sería altamente selectivo y mostraría tropismo por las células especializadas de
la retina; un receptor de membrana específico que solo se encuentra en la
superficie de los conos y bastones permitiría la entrada y replicación del
virus ARN perteneciente a la familia Rhabdoviridae, un primo lejano del virus
de la rabia (que tiene receptores específicos y moléculas de adhesión en la superficie
de las células del sistema nervioso periférico y del sistema nervioso central).
Luego de dicha interacción se interrumpe el impulso nervioso y los colores
verde, rojo y amarillo, se convierten en blanco. La transformación se produce a
nivel molecular con escasa o ninguna respuesta inflamatoria; la evolución le ha
permitido no ser reconocido por el sistema inmune, por lo tanto no hay
producción de anticuerpos, no hay forma de detectarlo. La unión con la proteína
receptora del virus de la ceguera (BVRP) es fuerte pero reversible y por acción
de los radicales libres se rompe tiempo después, sin producir lesiones,
permitiendo al paciente recuperar el 100% de la visión.
La
epidemia avanza rápidamente y por razones que seguramente la genética y la
biología evolutiva podrían explicarnos, casi con seguridad una mutación de
BVRP, solo la esposa del médico conserva la vista a pesar de estar expuesta y convivir
estrechamente con los ciegos. Para no abandonar a su marido, se hace pasar por
ciega, ante las autoridades que intentaban controlar la situación. Se convierte
entonces en testigo de excepción y contempla en toda su dimensión, la
fragilidad de la condición humana, observa cómo se desintegran los valores, la moral
y surgen la violencia, la depredación, la explotación y el caos.
Durante
la pandemia, se impuso también la lógica Darwiniana, los países a la vanguardia
de la ciencia y tecnología aseguraron un suministro de vacunas que excedía varias
veces el total de su población; mientras la mayoría de las naciones luchaba
angustiosamente para proveerse de manera oportuna; no importa lo que hayamos
avanzado, este comportamiento se repetirá ante una situación de vida o muerte,
es innato, instintivo.
A
medida que la historia se desarrolla, el grupo de ciegos intenta sobrevivir en
condiciones cada vez más desesperadas. La humanidad se muestra en su peor
faceta, revelando la crueldad y el egoísmo de las personas. Sin embargo, hubo
destellos de bondad y solidaridad entre los personajes. También ocurrió durante
la pandemia; China, país donde se originó el brote, se mostró muy solidario y
envió millones de dosis a países como el nuestro, que de otra forma, no hubiera
avanzado lo suficiente. El desempeño del personal sanitario fue encomiable,
sufrió el impacto directo y fueron muchos quienes murieron cumpliendo con su
deber; colegas y compañeros de trabajo hoy no están con nosotros.
Hay
fuertes indicios de que el tiempo entre una pandemia y otra se reducirá
sustancialmente; pero la lucha por sobrevivir se llevará a cabo con las mismas
armas.


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