jueves, 30 de junio de 2022
LA MASACRE DE LAS BANANERAS (II)
LA MASACRE DE LAS BANANERAS (I)
Todo comenzó cuando Aureliano Segundo se encontró por casualidad con Mister Herbert en el hotel de Jacob. Como era su costumbre llevar forasteros a casa, lo invitó a comer con la familia: Los Buendía. Fue cuando Mister Herbert, un gringo rechoncho y bonachón, probó por primera vez un banano. Después de un banano un racimo y después otro. La exótica fruta fue tan reveladora, que Mister herbert "Con la incrédula atención de un comprador de diamantes, examinó meticulosamente un banano seccionando sus partes con un estilete especial pesándolas en un granatario de farmacéutico y calculando su envergadura con un calibrador de armero" (Cien Años de Soledad p.94-1976)
Tiempo después de la sabrosa experiencia, llegaron a Macondo abogados, agrónomos, topógrafos, etc., y mas tarde los gringos con sus lánguidas esposas vestidas con trajes de muselina. Entonces se ubicaron al otro lado de la línea del tren donde construyeron sus viviendas sobre prados azules, cercados por mallas metálicas. Eso narra Gabo. Y Así ocurría en todos los lugares y países en donde llegó la United Fruit Company.
Ante los imprevistos cambios, los habitantes de Macondo "Se levantaban temprano a conocer su propio pueblo" La situación incomodó tanto al coronel Aureliano Buendía quien al ver la hojarasca expreso irascible: "Miren la vaina que nos hemos buscado no mas por invitar a un gringo a comer guineo"
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"Al final de su grito ocurrió algo que no le produjo espanto, sino una especie de alucinación. El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras le respondieron en el acto. Pero todo parecía una farsa. Era como si las ametralladoras hubieran estado cargadas con engañifas de pirotecnia, porque se escuchaba su anhelante tableteo, y se veían sus escupitajos incandescentes, pero no se percibía la mas leve reacción, ni una voz, ni siquiera un suspiro entre la muchedumbre compacta que parecía petrificada por una vulnerabilidad instantánea. De pronto, a un lado de la estación, un grito de muerte desgarró el encantamiento: "Aaaay, mi madre"
Después de la masacre vinieron las especulaciones. Atónito, José Arcadio Segundo contaba alrededor de tres mil muertos, pero nadie fue capaz de acercarse a su cifra, pues, una vez cayó el aguacero del 6 de Diciembre y lavó los ríos de sangre, para los habitantes de Macondo no hubo muertos jamás"
A las diez de la noche del cinco de diciembre de 1928,la estación del ferrocarril de Ciénaga estaba completamente llena. Miles de obreros, sus mujeres y niños, llegados de los confines de la zona bananera, habían viajado durante varios días para asistir a la cita convocada por los dirigentes de la huelga en ese amplio pedazo de playa arenosa y salobre, en donde se había construido la estación. Esa noche veranera de luna nueva, esperaban la posible llegada del gobernador del Departamento del Magdalena y conocer el comunicado del Gobierno Nacional aceptando los nueve puntos exigidos en un pliego de peticiones que representaba las esperanzas de 25.000 obreros vinculados a la UFC, la mas grande empresa productora de banano del mundo.Algunas horas antes, los huelguistas habían bloqueado el tránsito de trenes y las comunicaciones terrestres con Santa Marta. En las primeras horas de la noche, utilizando canoas y a golpes de remo, uno de sus grupos, saliendo de la ,oscuridad que ofrecían los árboles de mangle que bordeaban la ciénaga apareció fantasmagóricamente para abordar y detener en el puerto nuevo, la partida del pequeño buque de vapor, que navegando por el caño El Clarín, comunicaba a Ciénaga con Barranquilla. Los sorprendidos pasajeros fueron obligados a desembarcar y regresar caminando hasta sus hogares situados en la pequeña ciudad, que en esos momentos, apagando velas y lámparas de petróleo, comenzaba a dormir, después de sobrevivir una noche mas a la temible y vespertina hora de los zancudos.
En la estación del ferrocarril, bajo un cielo azul profundo y oscuro, iluminado solamente por el profundo resplandor de la difusa nube de estrellas de la vía láctea, la multitud, como una sombra gigantesca, se agitaba entre arengas, sonidos de gaitas y tambores, cantos, carcajadas, adultos dormidos en los vagones del ferrocarril que yacían desordenados en un laberinto de rieles de acero y el llanto de los niños con sueño, mientras en las aceras encendían mechones de petróleo y algunas hogueras para iluminar el lugar y se continuaba repartiendo la comida que organizados grupos de mujeres habían estado preparando durante todo el día, en improvisadas cocinas comunitarias.
Sorpresivamente, desde Aracataca, con el faro delantero encendido, taladrando la oscuridad de la noche y rompiendo el silencio con el sonido largo, sollozante y quejumbroso de su pito de vapor, llegó a la estación pidiendo el despeje de la vía, una locomotora negra arrastrando tres vagones rojos; en ella viajaba un reducido grupo de pequeños empresarios bananeros, quienes, casi al borde de la ruina, se dirigían a santa Marta para interceder ante el gobernador, a fin de buscar soluciones concertadas al problema laboral.
Al detenerse el tren, desordenadamente, los huelguistas se tomaron los vagones del vehículo para bloquear la continuidad del viaje. En un descuido, tres o cuatro agricultores lograron desenganchar la locomotora de sus vagones y, junto al maquinista y al fogonero, apretujados y sudorosos en el pequeño espacio detrás de la caldera, lograron evadirse de la estación para continuar el recorrido. Al llegar a Santa Marta fueron detenidos por el Ejército.
A la una y treinta de la madrugada, como sombras sigilosas, un piquete de soldados traídos desde Barranquilla, dirigidos personalmente por el General Carlos Vargas Cortés, recorrió las seis cuadras que separaban el cuartel del Ejército, de la estación de Ciénaga; los uniformados ocuparon posiciones estratégicas frente a la multitud, situándose en una doble fila en el costado norte de la estación, desde donde, en caso de ser necesario, podrían disparar hacía el sur, una zona enmontada, sin peligro de que sus balas impactaran las casas del poblado, que, a sus espaldas, dormía a esa hora. En una de las esquinas de la amplia plaza, los soldados montaron la ametralladora Astro-Húngara Schwarzlose de 7 mm, modelo 1912; una letal arma de guerra muy usada en los combates de la primera guerra mundial.
El redoble de un tambor llamó la atención de los huelguistas, imponiendo un sorprendente silencio. Entonces, desde la oscuridad se escuchó una autoritaria voz militar leyendo el bando por medio del cual se declaraba el estado de sitio que prohibía reuniones de más de tres personas y exigiendo a gritos a los huelguistas que se retiraran, por haberse ordenado a partir de ese momento, el “toque de queda”.
Nadie se movió...
Minutos después sonó por primera vez el clarín del Ejército, ordenando "retirada"
La multitud, sorprendida, sin entender el significado de ese sonido militar, respondió con un grito unánime: “¡Viva la huelga!”.
Pasados unos minutos se escuchó el segundo toque del clarín. La respuesta desde la plaza fue la misma: “¡Viva la huelga! ¡Viva el Ejército de Colombia!”.
De nuevo, la voz militar, desde la oscuridad, ordenó a los asistentes que se retiraran o el Ejército abriría fuego, en tres minutos.
Nadie les creyó...
Una voz anónima respondió gritando desde la multitud: “¡Les regalamos esos minutos, cabrones!”.
Al tercer toque del clarín, el grito colectivo de “¡Viva la huelga!” fue cortado por la mitad, ahogado por el angustiante tableteo de la ametralladora y los disparos de fusiles Mauser.
Al callar los disparos, nada más se escuchó un doloroso e interminable silencio, solo quebrado por gritos de dolor, se extendió por la plaza de la estación y, en alas de la brisa que soplaba desde la ciénaga grande, llenó cada uno de los rincones de la pequeña ciudad.
Un rato después, las calles se llenaron de carreras, lamentos, llanto de niños, gritos de auxilio y disparos esporádicos de los soldados que gritaban “¡Alto!” antes de disparar a quienes, indefensos, corrían por las oscuras calles buscando refugio en cualquier puerta entreabierta.
Sonidos de muerte y vergüenza patria que aún resuenan en las noches de diciembre en la estación del ferrocarril de Ciénaga y en el alma de nuestra nación.
El 6 de diciembre amaneció triste y silencioso. Una brisa fría y seca bajaba de la Sierra Nevada, y el sol, entre brumas de verano, demoró un poco más de lo habitual en salir para iluminar la población.
A media mañana, para sorpresa de quienes lentamente desafiaron el miedo y se atrevieron a llegar hasta la estación, solo se encontraron nueve cadáveres esparcidos en la inmensa plaza arenosa. Cada cadáver, simbólica e irónicamente, representaba uno de los nueve puntos planteados por los huelguistas de la United Fruit Company en su pliego petitorio.
La tradición oral cuenta que, esa misma noche, cientos de personas, muertas o heridas, fueron arrojadas por los soldados de Cortés Vargas al mar, para alimento de los tiburones. Pocos días después, finca por finca y pueblo a pueblo, comenzó la cacería a muerte de los huelguistas en toda la zona bananera".
Santander Durán Escalona, ELTIEMPO
Repollos y Reyes, O. Henry
"La literatura en Centroamérica ya había resaltado mucho antes los abusos de esta compañía desde principios del siglo XX. Sin embargo, fue un escritor gringo O. Henry en 1904 el primero en poner el tema en la literatura y pronosticar los alcances nefastos de la compañía bananera en el terreno político, económico y social. O. Henry en su novela "Repollos y Reyes", fue quien introdujo el término banana's republic para referirse a Honduras inicialmente. Solo hasta los años treinta, los periódicos norteamericanos hicieron uso de este término satírico cuando a los ojos del mundo, la UFC decidía el futuro de los países centroamericanos quitando y poniendo presidentes. "Banana's Republics" sigue siendo sinónimo de gobiernos débiles y corruptos que obedecen a las pretensiones de las multinacionales de turno"La Unitet Fruit Co. Pablo Neruda (fragmento)
"Bautizó de nuevo sus tierras, como Repúblicas Bananas, y sobre los muertos dormidos, sobre los héroes inquietos que conquistaron la grandeza, la libertad y las banderas, estableció la ópera bufa: enajenó los albedríos, regaló coronas del César, desenvainó la envidia, atrajo la dictadura de las moscas, moscas Trujillo, Moscas Tachos, Moscas Carias, moscas Martínez, moscas Ubico, moscas húmedas de sangre humilde y mermelada, moscas borrachas que zumban sobre las tumbas populares, moscas de circo, sabias moscas entendidas en tiranía. Entre las moscas sanguinarias la frutera desembarca, arrasando el café y las frutas en sus barcos que deslizaron como bandejas el tesoro de nuestras tierras sumergidas. Mientras tanto, por los abismos azucarados de los puertos, caían indios sepultados en el vapor de la mañana, un cuerpo rueda, una cosa sin nombre, un número caído un racimo de fruta muerta derramada en el pudridero".
Mamita Yunai, Carlos Luis Falla
(Obsequio de mi querido y sorprendente amigo Julio Pinedo durante la visita a Costa Rica, su segunda patria)
"Conozco un mar horrible y tenebroso, donde los barcos del placer no llegan; solo una nave va, sin rumbo fijo, es una nave misteriosa y negra. Quienes van ahí? que barco es ese? sin piloto, sin brújula, sin vela? pregunté una vez y el mar me dijo: son los desheredados de la tierra, son tus hermanos que sin pan ni abrigo, van a morir entre mis ondas negras. !Dios mio! grité !Que tristeza es pensar y vivir en la miseria! Yo soy pobre también, echadme al barco! quiero morir entre las ondas negras"
La Casa Grande, Álvaro Cepeda Samudio
- No tenía que matarlo
- Dieron la orden, todos dispararon, Tu también tenías que disparar: no te preocupes tanto
- Pude alzar el fusil, nada mas alzar el fusil, pero no disparar
- Si, es verdad- Pero no lo hice
- Es por la costumbre, dieron la orden y disparaste. Tu no tienes la culpa
- Quien tuvo la culpa entonces?
- No se. Es la costumbre de obedecer (p.40)
miércoles, 29 de junio de 2022
LA UNITED FRUIT COMPANY EN EL CARIBE COLOMBIANO
Alexander Von Humbolt, 1822
La mayor parte de la información tiene como fuente el ensayo de Maurice P. Brungardt, Profesor emérito de Historia de La Universidad Loyola, New Orleans, publicado por La universidad Nacional de Colombia.
Así empezó todo: en los últimos años del siglo XIX, un curtido lobo de mar de Nueva Inglaterra, el capitán Lorenzo Baker, comenzó a embarcar plátanos en Jamaica para venderlos en Boston. Baker era una mezcla de fanático religioso y empresario sagaz: aseguraba que al enseñar a los nativos a cultivar frutas y vender los racimos en las condiciones y al precio que él ordenaba, los estaba acercando a la civilización y a Dios.
Baker comenzó a embarcar bananos de forma regular desde Jamaica desde 1871, obteniendo un buen márgen de utilidades, comercializó la fruta producida en 2000 acres dedicados hasta entonces al cultivo de la caña de azucar mediante un contrato en los puertos de New Orleans, conformando una flotilla de barcos dedicados al transporte de la fruta; la compañía tuvo su sede en Boston, EU.
En esa dinámica ciudad, el joven y ambicioso funcionario de la banca Andrew Preston vio el negocio en la mercancía de Baker; juntó a diez inversores, pusieron 2.000 dólares cada uno y así nació la Boston Fruit Company. Preston extendió sus tentáculos por las tiendas y mercados, donde su fruta tenía estante propio. Él comprendió que la relación con la mafia de los trabajadores portuarios era vital para una fruta que debía llegar a la mesa del consumidor tres semanas después de ser cortada en el trópico.
Para la misma época, Minor Cooper Keith, " El Rey sin corona" o "El Papa verde" de Miguel Angel Asturias, comenzó a cultivar banano en terrenos aledaños al ferrocarril Costarricense y a exportarlo a Nueva Orleans, obteniendo así el flujo de capital necesario para pagar a sus acreedores; Los negocios con el ferrocarril y el transporte de pasajeros no marchaban bien en Costa Rica; la compañía acumulaba pérdidas por mas de un millón de dólares. Keith experimentó también con otros productos tropicales -como el azúcar- y comprendió rápidamente que la apertura de nuevas tierras y la exportación de productos tropicales serían la clave para pagar la construcción de su imperio ferroviario.
Para la época, si bien el negocio florecía, la concentración de propiedad de la tierra bananera en Jamaica resultó ser el talón de Aquiles de la empresa de Baker y Preston; sus operaciones en Dominicana nunca fueron productivas y en Cuba, estaban a merced de los cambios de temperatura; además del riesgo latente de los huracanes que podian acabar con toda la cosecha en un instante.
Génesis de la U.F.C.
Cuando Keith presionado por la urgencia del dinero acudió a la Boston Fruit Co. hizo realidad los sueños de los socios; Preston vio la oortunidad no solamente de resolver el problema de la oferta disponible, sino tambien, establecer una compañía tan grande que pudiera dominar toda la industria. El 20 de Marzo de 1899 las extensas propiedades de Keith y la Boston se fusionaron para crear la United Fruit Company con un capital autorizado de 20 millones de dólares; Keith recibió US3.964.000 en acciones.
La United Fruit Company fue la primera multinacional que dominaba el camino de un producto desde el campo al mercado. Por supuesto, el jefe era el banquero. Preston y Baker conformaron el trio de fundadores con el implacable talador de montañas Minor Keith, concesionario en la construcción del ferrocarril al Caribe en Costa Rica, Honduras y Guatemala. En pago a su hercúlea tarea, donde murieron muchos miles de negros caribeños, Keith se hizo pagar con tierras selváticas. Llegó a poseer un quince por ciento de la tierra de esos países. Cultivó plátanos, construyó puertos, y se convirtió en amo y señor de un negocio creciente: las frutas de sus fincas y las de la competencia debían viajar en sus trenes, y embarcar en sus puertos. El costo humano, sin embargo, fue muy alto: durante la construcción de las primeras 25 millas, partiendo de Limón, Costa Rica, murieron 5.000 personas. Entre las víctimas estaban un tío y tres hermanos de Keith, quien entró en el negocio bananero debido a que los ingresos producidos por los pasajeros y la carga que transportaba la empresa ferroviaria eran insuficientes para cubrir la fuerte inversión hecha, y por la cual se había endeudado.
En lo que tiene que ver con Colombia y en especial con la región Caribe, para el año de 1886, varias familias importantes de terratenientes colombianos -los Fergusson Noguera, los Mier y los Durán- habían prestado dinero a la recién incorporada Santa Marta Railway Company o adquirido acciones de dicha compañía. En 1894 otro productor de banano, Campo Serrano (gobernador del Magdalena), opuso resistencia a los esfuerzos del gobierno nacional por adquirir el ferrocarril, defendiendo el probable control de Keith sobre la red.
Ni los empresarios, ni los gobiernos regionales o nacionales que emprendieron proyectos de construcciones ferroviarias en el siglo XIX tenían el capital o los contactos internacionales necesarios para desarrollar dichos proyectos y mantener bajo su control las vías más importantes. Los gobiernos latinoamericanos ofrecieron una serie de incentivos -cesión de tierras, libre importación, subsidios- para atraer la inversión extranjera. Hubo, por consiguiente, importantes terratenientes colombianos que prefirieron asociarse (y arriesgar su capital) con inversionistas extranjeros antes que con sociedades de Colombianos. Julián de Mier, quien junto con Robert Joy había vendido la concesión del ferrocarril a los Británicos en 1886, fue nombrado cónsul de los Estados Unidos y de Francia en Santa Marta.
Otro eslabón en la cadena que dificultaba el establecimiento de los intereses nacionales en la región se creó cuando coincidieron en un mismo individuo la representación diplomática en la región y la representación de los intereses de la compañía: el británico Mansel F. Carr, uno de los primeros gerentes de la Santa Marta Railway Company, llegó a la región en 1882 y contrajo matrimonio con la hermana de Roberto Joy; en 1908 fue nombrado vicecónsul de la Gran Bretaña en Santa Marta, siendo, además, gerente de la United Fruit. Después de Carr, ocupó el cargo de vicecónsul Británico Phillip Marshall, quien era en ese entonces gerente de la Santa Marta Railway Company; le siguió en el cargo, en 1927 Thomas Bradshaw, gerente de la United Fruit en Santa Marta. Por tanto, le fue de gran utilidad a Keith y posteriormente a la United Fruit contar con el apoyo de algunos de los más importantes terratenientes colombianos, así como tener las funciones diplomáticas en manos de los gerentes de la compañía en Santa Marta. Dos de los ejecutivos de la UFC, el cónsul Británico Mansel F. Carr y el norteamericano William A. Trout, tenían el monopolio de la fabricación de hielo. Trout llegó a Colombia en 1889 como gerente de The West India Colombian Electric Co., y en 1900 fue nombrado agente consular de Estados Unidos en Santa Marta, cargo que ocupó durante dos décadas.
La exportación del producto se incrementó en un 500% entre 1892 y 1905, aun en medio de las guerras civiles que afectaron periódicamente la región entre 1895 y 1903. Para 1894 la inversión extranjera había superado a la del capital colombiano. En retrospectiva, todo parece indicar que los extranjeros controlaban ya el sector agrario colombiano. Es importante anotar, que los colombianos cooperaron activamente con los intereses extranjeros y no presentaron un frente unido contra la penetración foránea
No se conoce con exactitud el momento en que Keith adquirió
propiedades en Colombia, pero al parecer la compra se hizo a través de la
Colombia Land Company, empresa que para 1875 era propietaria de 12.500 acres en
los alrededores de Río Frío, zona de importante producción bananera en 1894.
Cuando visitó Inglaterra, en 1883, para renegociar la deuda costarricense,
Keith ya había adquirido la Colombia Land Company y emitió acciones de esta
empresa constituida en Gran Bretaña; no se sabe con claridad cuánto control (y
cuándo) adquirió Keith sobre la Santa Marta Railway Company.
Posiblemente compró una cantidad suficiente de acciones,
copiando la exitosa operación Costarricense después de la transferencia de la
concesión Mier-Joy a la compañía londinense en 1886. De todas formas, Keith
llegó a Santa Marta en 1890 como máxima autoridad de la Colombia Land Company,
y en ese mismo año la transferencia de la concesión Mier-Joy de 1886 fue
registrada ante un notario en Santa Marta bajo el nombre de Santa Marta Railway
Company.
Cuando la United Fruit obtuvo el control del ferrocarril de
Santa Marta, en 1899, aprovechó al máximo las posibilidades de las cláusulas de
la concesión, importando grandes cantidades de artículos libres de impuestos,
muchos de ellos ajenos a la construcción ferroviaria, para sus comisariatos,
que los vendían obteniendo ganancias. No se conoce con exactitud la cantidad de
tierras bananeras adquiridas por la United Fruit mediante la concesión inicial.
Sabor cosmopolita de la United
La United Fruit hizo aportes positivos en estas naciones: las selvas despobladas fueron transformadas en centros productivos, numerosas enfermedades fueron erradicadas gracias a la construcción de acueductos y alcantarillados y a la atención prestada en hospitales construidos por la compañía. También se construyeron redes ferroviarias, puertos y escuelas. La United Fruit Company trajo la modernidad a la zona bananera, sobre todo, las primeras calles de Aracataca, trazadas por el ingeniero cienaguero, Francisco Durán; el servicio telegráfico, telefónico, de la energía eléctrica y de la fábrica de hielo de Santa Marta. Además, crearon la Santa Marta Wharf Company Ltda, a través de la cual incursionaron en la navegación a vapor por los caños de la Ciénaga Grande, entre Puebloviejo y Barranquilla. A partir de 1901, esta empresa quedó exenta del pago del derecho fluvial. De todas formas, esta compañía no ejercía el monopolio de la navegación por los caños de la Ciénaga Grande, ya que en 1912 había 28 embarcaciones de diferentes empresas y en 1914 llegaban a 123.
La United había construido también la casi totalidad de los
148.000 metros de canales de irrigación que se extendían por gran parte de la
nueva zona bananera. En efecto, un estudio de aguas de la vertiente occidental
de la Sierra Nevada elaborado por el Ministerio de Fomento, con base en seis
ríos estimó que estos producían en su conjunto unos 30 mil litros por segundo
(l/s) y se distribuían en 16 canales de irrigación, la mayoría de los cuales
beneficiaba a los cultivos de la compañía norteamericana.
La colonización bananera avanzaba de norte a sur de la mano
de la United Fruit Company, y las carrileras del ferrocarril seguían su curso,
hasta llegar a la población de Fundación. En esta empresa colonizadora tomaron
parte técnicos y gerentes extranjeros, terratenientes y políticos colombianos,
quienes apoyados o no por la compañía norteamericana transformaron parte del
bosque tropical y derribaron antiguos sembrados de cacao.
Para 1928 empresarios nacionales y extranjeros tenían cultivadas más de 31 mil hectáreas de banano, distribuidas en unas 380 haciendas. En tres décadas (1895-1928), estos terrenos fueron convertidos en el más productivo campo de actividad agrícola de Colombia, compitiendo con la legendaria colonización cafetera del Quindío, que se desarrolló por la iniciativa de agricultores y empresarios antioqueños en las últimas décadas del siglo XIX.
Junto a la producción y exportaciones de banano crecía la
población de Ciénaga y toda la zona bananera. En 1913 Ciénaga tenía 15.000
habitantes, frente a 8.000 de Santa Marta, la capital departamental. En 1918 la
primera ciudad contaba con 24.700 habitantes, mientras Santa Marta apenas
llegaba a 18.000.
Las actividades de la United Fruit Company generaron millones de dólares en impuestos y salarios en los países anfitriones, no obstante, existía también una cara oscura de la presencia de la United Fruit. La compañía estranguló a la competencia, derrocó gobiernos, sobornó presidentes, bloqueó rutas ferroviarias, arruinó cultivadores, hizo quebrar cooperativas, se opuso al sindicalismo, dominó a los trabajadores y sacó provecho de los consumidores.
lunes, 27 de junio de 2022
CAPITAL HUMANO Y DESARROLLO ECONOMICO DE SANTA MARTA Y EL MAGDALENA
La aduana de Santa Marta tuvo mayores recaudos que sus similares de Sabanilla y Cartagena entre los años 1855-1871, pero ya al año siguiente Sabanilla triplicó los recaudos de Santa Marta. Por su parte, los empresarios de Santa Marta no lograron financiar la construcción de un canal a través de la ciénaga Grande para empalmar con el Rio Magdalena.
El Ferrocarril Barranquilla-Sabanilla impulsó el crecimiento del comercio por esta zona portuaria, lo que aceleró el flujo migratorio hacia Barranquilla de un número considerable de familias Samarias, Cartageneras , Ocañeras y de otras regiones del país, así como comerciantes extranjeros. Sobre el flujo migratorio de Samarios a otras ciudades del país y del exterior en 1890 escribió Camacho Roldán:
“Luchando constantemente contra las ventajas que la protección oficial ha
concedido siempre a Cartagena, Santa Marta ha tenido algunos de los más
activos e inteligentes comerciantes del país: los señores [De] Mier, Abellos,
Cataños, Díaz Granados, Vengoecheas, Fergusson, Nogueras, Simmonds y
otros, quienes sucesivamente, con pocas excepciones, se han visto obligados
a buscar teatro para sus trabajos en otros lugares. Gran parte de la población
samaria se ha dispersado, principalmente a París, a Barranquilla y a Bogotá;
pero es fácil reconocerlos en dondequiera por su actividad en el comercio, la
buena letra y las aptitudes especiales para la contabilidad.”
Este empresario también incursiono en el negocio del tabaco y la navegación a vapor. Con Pedro Fergusson, Jacobo Henriquez, José María Vieco y otros comerciantes Samarios y Cienagueros se propusieron cultivar unas cien hectareas de tabaco en cercanías de Ciénaga. Años después estos terrenos fueron cedidos or Simmonds a sus hijos: Mauricio, César, Theodor, Shara, Öscar y Julia.
En 1862 Simmonds tenía la segunda fortuna mas grande de Santa Marta; este comerciante junto a su esposa y su hijo Mauricio, negociaron fincas, barcos y casas en Santa Marta, Ciénaga y Barranquilla entre 1854 y 1883. Con el empresario José alzamora Herrera conformó la casa comercial Simmonds & Alzamora, cuyas actividades se desarrollaron entre 1871 y 1876.
Destacados miembros de las familias Obregón, Vengoechea, Noguera, Abello, Alzamora, y De Mier, para solo citar algunos casos, dejaron su natal Santa Marta durante la segunda mitad del siglo XIX, para establecerse en Barranquilla, Bogotá o algunas ciudades Europeas, que les ofrecían mejores alternativas para su inversión. La decadencia comercial de Santa Marta trajo como consecuencia no solo la fuga de cerebros y de capitales, sino además la ruina de la ciudad.
Uno de los hechos que comfirmó lo anterior fue el cierre del consulado de EU en 1883, convirtiendose Santa Marta en una simple agencia comercial. Para la década de 1880 la ciudad se encontraba arruidada y desolada. Actividades económicas como la agricultura, la ganadería o el comercio estaban diezmadas. No había industrias, hoteles, zapaterías o peluquerías, solo seis tiendas, un almacén, una farmacia, una imprenta y una sastrería.
El primer auge comercial de Santa Marta entre 1840 y 1870 no generó suficiente encadenamiento con otros sectores como la agricultura, la ganadería, el sector fininciero o las pequeñas industrias. La economía de Santa Marta estaba especializada en el comercio exterior, pero esa actividad no logró consolidar un amplio mercado interno o un mercado de trabajo local; así las cosas, una vez decayó el comercio exterior, su economía entró en crisis y sus empresarios emigraron.
Complementario a lo anterior, sus militares y dirigentes políticos, quienes en su mayoría eran los mismos, siempre estaban ocupados sofocando o preparando una nueva revuelta política, por lo que les quedaba poco tiempo para pensar en la prosperidad. Los anteriores problemas frustraron la posibilidad de consolidar a Santa Marta como un dinámico centro de negocios en la región caribe, posición que entró a ocupar Barranquilla desde 1870.
En Enero de 1881 se constituyó en Santa Marta la Compañía de Vapores, con el objeto de cubrir la ruta Santa Marta-Barranquilla por la vía de los caños y las ciénagas que comunicaban esas dos ciudades. la Compañía quedaba en libertad de establecer la ruta Santa Marta-Riohacha si la demenda así lo exigía. El capital fue de 2500 pesos representados por cien acciones de 250 pesos cada uno. Los principales accionistas fueron los Samarios: Manuel Julián De Mier, Alejandro Echeverria, José Alzamora y el Inglés Robert Joy.
El negocio de la navegación a vapor trajo la atención de muchos empresarios durante el siglo XIX, entre ellos los alemanes Juan Elbers, Adolf Held y Luis Giesken, el Inglés Robert Joy los Samarios Manuel Julian De Mier, el Antioqueño Francisco Montoya y otros comerciantes. Estos empresarios no solo aprovecharon los subsidios entregados por diferentes gobiernos, sinó además dinamizaron las exportaciones de tabaco y café, así como las importaciones de productos Europeos.
La construcción de los primeros ferrocarriles en colombia se hizo mediante concesiones privadas; eran pequeños, sin tramos de conexión que no formaban un sistema ferroviario, siendo su propósito unir una ciudad o región con el rio Magdalena. Aunque los primeros tramos se hicieron durante el periodo del liberalismo radical, fue durante la primera administración de Rafaél Nuñez(1880-1882) cuando se iniciaron múltiples proyectos ferroviarios como los tramos Girardot-Bogotá, Salgar-Bogotá, Santa Marta- Rio Magdalena, Cúcuta-Zulia, La Dorada, Puerto Wilches-Bucaramanga, Calamar-Cartagena y Bogotá hacia el norte de la Sabana. En 1885 se habían construido 300 km de ferrocarril y en 1899, al estallar la guerra de los mil días, estos habían llegado a 500 km.
Durante el quinquenio de Reyes, de nuevo se activó la construcción de ferrocarriles o la reconstrucción de las líneas destruídas durante la última guerra (como la de Buenaventura-Cali), se empalmó la línea Girardot con el trén de la sabana, Honda-Ambalema, Bogotá-Zipaquirá, Bogotá hacia el sur, Cáuca, Santa Marta-Fundación (foto) y Medellín-Amagá. En 1914 se habían construido 1.200 km de ferrocarril, hasta llegar a 2.700 en 1930.
A partir de la década de 1870, Barranquilla se convirtió en la ciudad de mayor población en el caribe Colombiano, el puerto y aduana mas dinámica del país y una economía en constante crecimiento hasta la década de 1930. su sistema productivo tenía como base una pequeña y mediana empresa familiar en la que sus empresarios articularon una intrincada red de negocios alrededor de la comercilización de tabaco, importación de productos Européos, y Estaudinenses, empresas de navegación a vapor, transporte aéreo, bancos y casas de comercio con presencia en otra ciudades del caribe Colombiano y a lo largo del rio Magdalena.
viernes, 24 de junio de 2022
EL FERROCARRIL DEL MAGDALENA
La llegada de los Ingleses siguió la dinámica de la inversión extranjera en América Latina, donde los inversionistas Británicos predominaban.
Aunque las inversiones se distribuían en un amplio portafolio de actividades, las empresas de ferrocarril participaron con un porcentaje considerable de los capitales Británicos en el exterior.
En Enero de 1890 fueron nombrados los Ingleses William C. Cooperwaithe y Charles J. Whitaker como gerente y administrador del ferrocarril respectivamente.
Un periódico de la época denunciaba que la empresa estaba acaparando la compra de tierras para sembrar banano, precisamente a lo largo del trazado de la carrilera del tren. En efecto, además de gerente del ferrocarril, Cooperthwaite dirigia las actividades de la empresa inglesa de banano Colombian Land Co., que en esos años compró las fincas Alicia Gertrudis, Colonia, Los Naranjos, Las Palmas y Neerlandia, en lo que apenas se insinuaba como la zona bananera de Santa Marta".
A partir de este punto, complemento con información obtenida de los escritos del historiador Dr. Maurice Brungart, Profesor Emérito de la Universidad loyola en New Orleans, en un ensayo titulado "La United Fruit Company en Colombia" y con eso, establezco conexión con un tema apasionante y determinante en la historia del Departamento del Magdalena y Colombia.
"No se conoce con exactitud el momento en que Keith adquirió propiedades en Colombia, pero al parecer la compra se hizo a través de la Colombia Land Company, empresa que para 1875 era propietaria de 12.500 acres en los alrededores de Río Frío, zona de importante producción bananera en 1894. Cuando visitó Inglaterra, en 1883, para renegociar la deuda costarricense, Keith ya había adquirido la Colombia Land Company y emitió acciones de esta empresa constituida en Gran Bretaña; no se sabe con claridad cuánto control (y cuándo) adquirió Keith sobre la Santa Marta Railway Company.Posiblemente compró una cantidad suficiente de acciones,
copiando la exitosa operación costarricense después de la transferencia de la
concesión Mier-Joy a la compañía londinense en 1886. De todas formas, Keith
llegó a Santa Marta en 1890 como máxima autoridad de la Colombia Land Company,
y en ese mismo año la transferencia de la concesión Mier-Joy de 1886 fue
registrada ante un notario en Santa Marta bajo el nombre de Santa Marta Railway
Company".
Cincuenta años mas tarde se construía la segunda estación del ferrocarril entre la avenida idem y la carrera tercera, años 1937-1940; El abuelo Julio identifica la necesidad y organiza una tienda inicialmente y luego la casa de empeño Compra-Venta "El Nuevo Cascabel" tal y como lo relata mi querido amigo Jesus Velez Cuello en su artículo: "El cascabel del Paisa Jaramillo" tema que traté hace algún tiempo en este Blog.


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