El cementerio Calancala, es un camposanto ubicado en el centro de la ciudad de Barranquilla, Colombia; hoy es el sitio en el cual se ofrece cristiana sepultura a la población mas pobre de la ciudad incluyendo indigentes y N.N. Hay sectores muy descuidados y tumbas que nunca han recibido una atención por parte de sus dolientes.
Cuando viví en esta ciudad, como estudiante de pre-grado durante los años 1983 a 1989, lo visité en dos ocasiones, la primera para sepultar al tio "Talle", su nombre era Roberto Ayola, un hombre de 1,78 m de alto, fornido con una extensa calvicie androgenética, el poco cabello que tenía a los costados era de color claro, sus ojos verdes contrastaban con su apariencia siempre descuidada, la camisa sucia, el pantalón roto, con frecuencia se combinaban en el los fuertes olores del sudor, el tabaco y el alcohol, era un asiduo visitante de tiendas y bares de mala muerte en donde jugaba dominó; las pocas veces que sonreía dejaba ver el amarillo ocre de los dientes que estoicamente se negaban a partir, Con alguna frecuencia se le veía en la playa Ancón esperando que en la recogida del trasmayo le regalasen uno que otro pescado. Le gustaba alardear de sus dotes de boxeador, afirmaba haber compartido noches de bohemia con Daniel Santos, no gustar de las mujeres y creía tener siempre la razón en sus discusiones.Murió luego que una de sus hijas lo llevó a vivir con ella, intentando infructuosamente mejorar su condición; luego de quejarse de un dolor precordial cayó fulminado al sucumbir su corazón al hipóxico trabajo producto de la esclerosis incontenible de sus arterias. Como era de esperarse pocas personas asistieron al sepelio, cuando el cortejo salía de la funeraria alguien gritó "llevemoslo al hombro" eran poco mas de las 11 a.m., el sol abrasador obligaba a cada milímetro de tu piel a expeler todo el contenido sudoríparo para evitar el golpe de calor y todo el contenido sebáceo-esteroideo para lubricar y prevenir que cada célula de tu piel estallara en llamas; el trayecto resulto ser muy largo y el ataud muy pesado, llegué con el hombro maltratado. Alli conocí a una señora que había desarrollado dos grandes habilidades: la primera sostener en una mano una enorme sombrilla para evitar que el sol le calcinara el pellejo, mientras con la otra manejaba con gran pericia la camándula para llevar con pertinente precisión acorde a la ocasión, el ritual de la comunicación con lo sagrado y lo divino; la sugunda era la naturalidad con la cual hacía su trabajo: lloraba muertos ajenos por una tarifa cómoda para el doliente, que se reajustaba periodicamente de acuerdo a los cambios en la canasta familiar, cuanta menos gente acompañaba al difunto, mayor era la oportunidad de brindar sus servicios.
Luego de algunos meses regresé a sepultar a la tia Maria Luisa en una humilde tumba, recuerdo haber trepado una pequeña pared y con un clavo oxidado, grabar su nombre aprovechando la frescura del cemento, también recuerdo haber visto a la señora de sombrilla , camándula y lamentos ofreciendo los "Ave Marias ajenos". Espero no tener que regresar al Calancala.


Gracias¡ tienes toda la razon
ResponderEliminar